...que conocía las lavadoras.
El día de hoy comienza con una gran limpieza. Después de desayunar, llenamos las bolsas y el depósito de agua, aspiramos, aclaramos y limpiamos el interior. - No podemos ni queremos estar a la altura del brillo de alguna que otra autocaravana de los alrededores. Algunos botes de yogur parecen salidos ayer de la tienda. Aquí todo sigue bien. Casi como en los viejos tiempos, cuando papá se quedaba en la carretera el sábado a mediodía, después de la gran compra, esponja en mano. Primero lavaba el coche, luego le sacaba brillo. En la radio del coche sonaba Liga Live. Mamá agitaba la aspiradora mientras tanto.
Pero hoy también queremos lavar la ropa sucia. Hoy parece que tenemos suerte, porque enseguida hay dos lavadoras libres. Tenemos mucha ropa sucia. Así que primero lavamos y secamos.
En Portugal, todavía parece ser costumbre lavar la ropa en un lugar céntrico. Mientras que en Alemania hay una lavadora en casi todos los hogares, aquí todavía se encuentran muchos lavaderos públicos. A menudo vemos a madres y madres lavando la ropa una al lado de la otra. Una y otra vez nos topamos con lavabos de porcelana con la forma de las antiguas tablas de lavar. Así que no es de extrañar que la lavandería haya sustituido a este lugar de comunicación. Incluso hoy, una anciana maneja la máquina. Miele decía la tía, nos acordamos de este eslogan publicitario cuando la vemos. - Es bien sabido que uno se encoge con la edad. Pero sin duda tendríamos que llegar a ser muy, muy viejos para poder ponernos al día aquí.
Después de los quehaceres, nos dedicamos a ver un poco de arte callejero. Como debe ser, éste se encuentra principalmente en las zonas algo más oscuras. No me gustaría aparcar aquí a Héctor durante la noche. Da igual dónde nos pongamos, enseguida nos sondean y nos miran. No obstante, creemos que nuestra cacería mereció la pena. Siempre es emocionante ver lo que hay por descubrir.
Como se nos están acabando las provisiones, buscamos después un supermercado. Esta vez probamos primero en un Pingo Doce. Al mismo tiempo que nosotros, una horda de gitanos, perdón viajeros, asalta la tienda. Me gustaría saber quién no habría tenido reservas en ese momento. Me doy cuenta de que aún no puedo librarme de ellos. Me siento culpable hasta el momento en que veo a Torgit sujetando protectoramente su bolso.
En el aparcamiento, un señor mayor se nos acerca. Sólo quiere decirnos amistosamente "Kölle Alaaf". Al final de la conversación, tenemos una larga lista de consejos sobre qué más deberíamos ver en el Algarve y el interior. - Y yo que siempre pensé que los de Coblenza eran unos bocazas.
Salimos de nuevo en dirección a Praia de Loulé Velho. Aquí queremos recuperar mis gafas. Cuando llegamos, acabamos de ver la puesta de sol. Después nos sentamos un rato junto al fuego. Como estuvimos aquí hace sólo unos días, es casi como volver a casa.
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