"Los hombres no lloran, se riegan la barba".
Por fin había llegado el día. Una visita al barbero estaba en la lista de tareas pendientes. Una vez que formas parte de la WAGENVOLK, un peinado cuidado es un reto tan importante como una barba bien recortada. No todo el que se va de gira en furgoneta quiere convertirse en hippie de inmediato. - Mi amigo Uwe lo explica en pocas palabras. "Ya te pareces a Fidel Castro". - Yo me lo habría tomado como un elogio de cualquier otra persona, pero Uwe es más del tipo crítico.
Pero los buenos barberos escasean en todas partes. Es difícil encontrarlos en el campo, y aunque ahora parece haber un barbero en cada esquina de las ciudades, eso no facilita las cosas. Muchas personas pasan años buscando al barbero adecuado. Pero un barbero no sólo puede estropearte el peinado, sino también la barba. Además, estos tipos suelen especializarse en cortes que existen desde hace al menos cien años. Así que no es tanto un modelo surfer como ancho por encima de las orejas. Y lo que está fuera, está fuera. - Simplemente tarda más.
La barba y el corte de pelo son, por tanto, una cuestión de confianza. No ayuda mucho que el barbero esté chulo al estilo de los años 50 y que la música rockabilly suene a todo volumen por los altavoces. Algunas tiendas son tan elegantes que hasta el barbero tiene que estar tatuado hasta el cuello. Incluido un tatuaje pin-up, por supuesto. - No me malinterpretes, a mí también me gustan las tiendas tan chulas, también me gusta escuchar a Jonny Cash. Y también me gusta el whisky, pero no por la mañana. Y voy al barbero ante todo por un buen corte.
Por eso sentí curiosidad por Benny Barbers, en Charlottenburg. La tienda está cerca de Stuttgarter Platz, o Stutti (como dicen los berlineses). Éste solía ser el lado más oscuro de Charlottenburg. Pero hoy en día hay agradables cafés aquí. Ahora tengo curiosidad por ver si las buenas referencias son buenas. - Cuando entro en el local, me llevo una grata sorpresa. A primera vista, parece una barbería. Pero todo parece un poco digno. El saludo es amable y la bebida no tarda en llegar. Pero no me miran raro cuando pido una Coca-Cola Zero en vez de una cerveza.
Qué puedo decir, siento que estoy en buenas manos. Una hora más tarde, salgo de la tienda de buen humor. Ha sido divertido, tengo el pelo en su sitio, la barba recortada. Vale, ya no soy James Dean ni Jonny Cash, pero tampoco parezco un Fidel Castro acabado. O al menos como el Castro joven. Creo que esta noche me regalaré un puro con mi whisky.
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